Crianza y disciplina en la adopción: primera infancia
La crianza de una Persona Menor de Edad (PME) adoptada representa una experiencia única, colmada de aprendizajes, desafíos y oportunidades para construir vínculos afectivos significativos. Uno de los aspectos fundamentales en este proceso es el establecimiento de pautas de disciplina que no solo orienten el comportamiento, sino que, sobre todo, fortalezcan la confianza y la seguridad emocional. En contextos adoptivos, la disciplina debe estar enmarcada en un enfoque sensible al desarrollo y a la historia de vida de la PME, priorizando siempre la construcción de un apego seguro.
Con base en la Guía sobre pautas de crianza para niños y niñas de 0 a 5 años de edad elaborada por UNICEF (2011), se exponen a continuación orientaciones prácticas que pueden ser de gran utilidad para madres, padres y cuidadores que acompañan a una PME en sus primeros años de vida. Estas recomendaciones se organizan por rangos de edad, reconociendo que cada etapa presenta necesidades específicas y que las estrategias deben ser adaptadas con sensibilidad, especialmente cuando se trata de una infancia adoptiva.

0 a 12 meses: establecer seguridad desde el inicio
Durante el primer año de vida, el foco principal de la crianza debe estar en generar confianza y previsibilidad. Los bebés que llegan a un hogar adoptivo pueden haber transitado situaciones de negligencia, abandono o institucionalización, lo que impacta en su capacidad de establecer vínculos seguros. Por ello, las respuestas sensibles y consistentes de quienes cuidan son esenciales para su desarrollo emocional.
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Adaptarse al temperamento del bebé
Cada bebé tiene una forma única de reaccionar al mundo. Algunos son tranquilos, otros más demandantes o sensibles a los estímulos. La clave está en que las personas adultas se ajusten a ese temperamento, ofreciéndole al bebé una contención adecuada y ajustada a sus necesidades particulares. Esto contribuye a que se sienta comprendido, seguro y valorado. -
Atención sin sobreestimulación
Atender al bebé en sus momentos de necesidad, especialmente cuando muestra señales de incomodidad o inquietud, favorece la formación del apego. Para los bebés más sensibles, puede ser útil evitar estímulos intensos y ofrecerles contacto físico sereno, como masajes o mecerlos suavemente. Para aquellos más activos, permitir el movimiento en un entorno seguro puede ayudar a regular su estado emocional. -
Construcción del vínculo a través del contacto cotidiano
Hablarle al bebé, mirarlo con afecto, nombrar lo que ocurre y demostrar ternura son formas fundamentales de comunicación. Estas acciones no solo promueven el desarrollo cognitivo y lingüístico, sino que también envían el mensaje de que el mundo es un lugar confiable y que quienes lo rodean son figuras disponibles y amorosas.
1 a 3 años: acompañar el desarrollo emocional y la autonomía inicial
En esta etapa, la PME comienza a afirmar su identidad y a explorar el mundo con mayor independencia. Al mismo tiempo, experimenta intensas emociones que todavía no logra comprender ni regular del todo. En contextos adoptivos, estos procesos pueden implicar desafíos adicionales si el niño o niña tiene antecedentes de inseguridad afectiva o inestabilidad en los cuidados.
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Modelar reacciones emocionales saludables
Las reacciones de los adultos ante las experiencias del niño o niña modelan su forma de interpretar y responder al entorno. Por ejemplo, si frente a una caída el adulto reacciona con dramatismo, el niño o niña puede percibir el evento como una amenaza. En cambio, si la respuesta es tranquila y se ofrece ayuda para levantarse, se transmite confianza y resiliencia. -
Respetar el ritmo de comunicación
No se debe presionar a la PME para hablar o exhibir sus logros frente a otras personas. Permitirle expresarse a su propio ritmo, sin interrupciones ni juicios, favorece un desarrollo emocional más sano y fortalece su autoestima. Esto es particularmente relevante en niños o niñas que han vivido situaciones en las que su voz no fue escuchada o valorada. -
Promover la cortesía a través del ejemplo
Enseñar a pedir con respeto y a utilizar expresiones como "por favor" y "gracias" se logra fundamentalmente mediante el modelado. Cuando los adultos incorporan estas formas en su trato cotidiano, los niños y niñas tienden a imitarlas espontáneamente, lo cual contribuye al desarrollo de habilidades sociales y del respeto mutuo.
3 a 5 años: consolidar habilidades emocionales y sociales
Entre los tres y cinco años, los niños y niñas profundizan su interacción con el mundo social y comienzan a construir una identidad más definida. Esta etapa es clave para fomentar el desarrollo del autocontrol, la empatía y la capacidad de enfrentar frustraciones. En contextos de adopción, es necesario ofrecer apoyos adicionales para que estas habilidades se desarrollen desde un entorno afectivamente seguro.
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Fortalecer la resiliencia emocional
Enseñar a la PME a reconocer sus emociones, tolerar el estrés y afrontar desafíos es esencial para su bienestar a largo plazo. Validar lo que siente, nombrar sus emociones y ofrecer estrategias para manejarlas le permite construir una imagen de sí como persona capaz y valiosa. -
Participar activamente, sin invadir el espacio social
Es saludable que los cuidadores se interesen por los amigos y entornos sociales de sus hijos o hijas, siempre desde un rol parental y no como compañeros de juego. Esto favorece la autonomía progresiva, a la vez que garantiza una supervisión respetuosa de sus interacciones sociales. -
Fomentar el autocontrol y la reflexión
El autocontrol es una habilidad que se desarrolla gradualmente y que se puede promover a través de juegos, rutinas predecibles y autoinstrucciones sencillas ("puedo esperar", "voy a respirar hondo"). En niños y niñas adoptados, que pueden presentar mayor impulsividad o dificultades para tolerar límites, estas estrategias deben aplicarse con paciencia, consistencia y afecto.
Reflexión final
Criar a una PME adoptada en la primera infancia requiere de un enfoque sensible, informado y respetuoso de sus particularidades. La disciplina efectiva no se basa en el castigo, sino en el acompañamiento consciente, la empatía y la conexión emocional. Cuando se prioriza la relación por encima del control, se crean las condiciones para que el niño o niña no solo se desarrolle de manera integral, sino que también se sienta profundamente amado y aceptado en su nueva familia.
Bibliografía
UNICEF (2011). Guía sobre pautas de crianza para niños y niñas de 0 a 5 años de edad. Montevideo: UNICEF.